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Noviembre de 2015. Ese mes hice realidad una promesa que hice en julio de ese año, visité Guadalajara.
Mi viaje estuvo lleno de experiencias, pero sobretodo, de revelaciones artísticas que plasmé en mi blog en diciembre de ese año. Dicha aventura estuvo planeada para llegar a la ciudad de noche y en autobús (el cual fue un gran recorrido y me dio la oportunidad de quedar absolutamente atónito cuando vi el lago Cuitzeo) y regresar a la ciudad de México en avión.
Bueno, yo toda mi vida esperé por viajar en avión. Desde muy pequeño soñaba con hacerlo como mi padre lo hacía muy frecuentemente, siempre le pedía que me contara qué se siente viajar y quería que me dijera absolutamente todo. Me contaba de sus viajes y yo soñaba con hacerlo. Recorrer el mundo en avión. Él tuvo la fortuna de hacerlo. No todos son tan afortunados.
Por esa razón yo sabía que al ser una persona que no suele viajar por X o Y razón, debía aprovechar esa oportunidad y hacer realidad la promesa que le hice a mi madre cuando era muy pequeño: "Mamá. Yo no me quiero morir sin haberme subido a un avión". Cada vez que decía yo eso, mi madre me daba un zape diciendo que no debía decir cosas así, pero era mi realidad, realmente no quería morir sin viajar en avión aunque sea 1 vez. Era prácticamente una meta para mí.
Mi último día en Guadalajara estuvo lleno de crisis, prisas. Ese día comí birria con Sofía en las 9 esquinas y un mariachi afinando su trompeta era el mensaje de despedida. Sofía me invitó al Baby Shower de su hermana y fuimos a Zapopan. Ahí tuve que tomar un taxi y llegar al aeropuerto sobre periférico y tuve la oportunidad de ver el estadio de las Chivas de Guadalajara, el cual es un muy bello estadio. Llegué 3 horas antes y cuando vi la zona de espera la cual daba a la pista quedé muy asombrado, jamás había visto aviones a tan cercana distancia y era emocionante ver esa escena de los aviones llegar, era como en las películas. Me sentí muy afortunado.
Recuerdo que cuando estaba en la sala de espera habían anuncios y uno de ellos era uno de promoción de la Ciudad de México el cual me hizo sentir en casa, una coincidencia muy agradable.
Ya con boleto en ansias en la mano, llegó el momento de abordar y con mucha ingenuidad logré entrar y sentarme en la ventana, pues siempre quise ver la ciudad desde lejos.
El despegué fue muy esperado, prolongado pero sumamente impresionante, era una velocidad impresionante y cuando se alzó quedé boquiabierto y podía ver cómo los autos y casas se hacían cada vez más pequeños.
Podía ver diferentes ciudades desde miles de pies de altura ¿30,000? Creo que sí. Cada momento podría recordarlo no podía creer que estaba volando al fin, es algo sumamente satisfactorio.
El viaje duró menos de 2 horas y hasta el aterrizaje me pareció increíble. Caminé por el aeropuerto y fui con mi fiel, viejo e incondicional amigo: El Metro.
Ya en metro Oceanía podía ver los aviones llegar al aeropuerto y decía "Gabriel, hace menos de 15 minutos estabas a bordo de uno y ahora todo acabó, así de sencillo, qué rápido pasó".
Yo sé perfectamente que hay millones de personas que lo han hecho, y han hecho vuelos internacionales, transatlánticos, de días, miles de veces, pero aunque lo he hecho solamente 1 vez hasta ahora ha sido uno de los regalos más lindos que me he dado pues yo, ese Gabriel de 23 años, le cumplió una promesa a ese Gabriel de quizá 6 años u 8 años.
Ellos 2 chocaron las manos y sonrieron, Gabriel de 23 años hizo realidad el sueño a un niño de menos de 10 años, lo hizo feliz, porque ese pequeño aún vive dentro de ese Gabriel de 25, 30, 100 años. Esos recuerdos son los que me impulsan a cumplir sueños por muy tontos o patéticos que parezcan.
Aún conservo ese boleto, ese fue el boleto a una meta cumplida, a un sueño realizado que pedía a gritos ese pequeño que se asomba por el barandal a observar los aviones, a preguntarse ¿cómo es que vuelan? ¿qué se sentirá viajar en avión? Yo quiero viajar como mi padre, yo quiero volar y ver las nubes, sentir que puedo tocarlas con mi mano y sentir la altura. Sentirme realizado.
Gabriel de 8 años se siente muy agradecido y muy feliz de que le hayan dado ese regalo, esa satisfacción. Nada podrá arruinar ese bello recuerdo. JAMÁS.
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