viernes, 26 de octubre de 2018

Situación mortal desconocida

6 de octubre, era el día, había esperado muchos meses para poder ver en vivo, nuevamente, a una de mis bandas favoritas de toda mi vida. Los conocí en 2016 en un festival cuando esperábamos a que tocara Richard Ashcroft, y sin duda fue una explosión musical la que viví, me volví loco con su música. Tocaron poderosamente. Al día siguiente ya era su fan, escuché todos sus discos. Me refiero a Unknown Mortal Orchestra.

Bueno, ese día se presentarían en un festival llamado Hipnosis que se iba a llevar a cabo en el Campo Deportivo del Estado Mayor Presidencial, pero por alguna rara circunstancia, se trasladó el evento al campo del restaurante Las Caballerizas ubicado en la colonia Dos ríos, Huixquilucan, Estado de México. Ante esa situación, los organizadores habilitaron transporte gratuito con previo registro con lineamientos muy estrictos, por ejemplo, se habilitaron 2 lugares de salida, el autocinema Coyote de Polanco y Barranca del muerto, y si el registro era en Polanco, de vuelta debía tomar necesariamente el transporte al mismo destino.

Ese día desperté ansioso, caminé hasta el autocinema y tomé el camión. El tiempo estimado era de 1 hora y media, sin embargo, debido a que los choferes no sabían cómo llegar a Dos Ríos, terminamos haciendo 3 horas de viaje. Fue muy pesado y patético ver cómo la gente buscaba en sus celulares mediante Google Maps la ruta. Estúpidos, decía yo, siempre necesitando de la tecnología. Yo me limitaba a disfrutar del viaje. Ya conocía Huixquilucan de un poco de tiempo atrás. No fui muchas veces, pero aprendí a ubicarme en la medida de lo posible.

Llegamos como a las 5 y el lugar estaba lleno de lodo, pero del que parecen arenas movedizas. Honestamente empecé a saber que sería un concierto difícil, pues iba solo, no conocía las demás bandas, hacía frío, estaba lejos de casa, el lugar era pequeño, había solamente un escenario, lodo, pronóstico de lluvia y hamburguesas veganas. El horror.

Consumí comida y bebida para empezar a sentirme mejor, y sí, mucho mejor, la cerveza no era mala del todo. Sí sabía bien, no me habían timado como en otros festivales con sus bebidas rebajadas y con un sabores asquerosos.

La música se escuchaba bien y entré en comodidad, me sentaba de repente, quería acostarme, pero la verdad no quería lodo en mi espalda. Yo veía cómo la gente consumía drogas como en Woodstock, libre, sin preocupación y con sus amigos alrededor. Yo sólo quería ver a mi banda, estaba concentrando toda mi atención, energía y tolerancia en mi banda, que entraría a las 11:15 p.m.

Iba y venía buscando refugio por la lluvia sin tener mayor éxito y a la vez tomaba fotos con mi celular de los árboles iluminados, me gustan los árboles, son bonitos los árboles. Sí. Árboles. En un carpa estaba yo solo esperando a que pasara la lluvia y fue cuando entonces todo empezó a cambiar de rumbo. Muchas veces cometemos errores de manera ingenua, actuamos esperando lo mejor de las personas pero terminamos siendo pendejos.
 
Una persona me saludó, Eduardo, habitante de la Condesa, 43 años con apariencia de 27-29 años, alto, delgado y muy activo.

Lo conocí y naturalmente me preguntó mi nombre, con quién venía, a quién iba a ver, hablamos sobre ese ímpetu que nos da una banda al grado de venir inclusive solos pues lo importante es lo que provoca la banda. No parecía mala persona.

Me presentó con sus amigos, Gabriel, de Cuautitlán Izcallli, y Abraham de la Ciudad.

Eduardo me compraba cerveza, de hecho creo fue 1, más la que yo había comprado. Pero recuerdo que en un momento me sirvió el restante de su cerveza en mi vaso. Y posteriormente me empecé a sentir más ebrio de lo normal.

Mi banda entró y entré en emoción, sin duda fue un gran concierto, estaba al borde de la emoción, y sin duda así era tal cual YO quería estar desde que compré mis boletos, porque esa banda me provoca muchas cosas. Uno de los mejores momentos fue cuando Ruban Nielson se encontraba cantando en la carpa donde estaba la consola, esa carpa estaba justamente detrás de mí y solamente pude darle unas palmadas a Ruban, fui tan feliz, para mí, lo abracé. Felicidad en su máximo esplendor. Creí que abrirían con las canciones de su nuevo disco, pero no, abrieron con las primeras, y tocaron muchas canciones más, disfruté muchísimo cada canción. TODAS me las sabía o las conocía.

En algún momento del concierto, al sentirme muy extraño, vi que el público no se emocionaba como yo, yo en los conciertos grito, canto, salto, me muevo mucho y así la disfruto yo, pero la gente no hacía nada, como si estuvieran en un museo, parados sin hacer nada. Yo quería acción y Eduardo con sus amigos no hacían nada, ni siquiera se aglutinaban, no se hacía la multitud. Así que decidí separarme de él para adentrarme más y más hasta sentirme en la multitud. Me había escapado de Eduardo, pero yo ya estaba en un estado un poco inconveniente.

Posteriormente, ese recuerdo ya no lo tengo muy presente, también durante el concierto, creo que algo se me había caído al suelo, no sé qué, pero al intentar recogerlo, no medí bien la posición del suelo y mi mano chocó con él de tal forma que me lesioné mi dedo, pero lo ignoré totalmente pues mi mente estaba concentrada en la música. Fue un golpe que me provocó una esguince en mi pulgar derecho.

Apenas terminó de tocar la banda y comencé mi retirada, comenzaba mi aventura de cada concierto: La incógnita de saber cómo llegar a casa.

Caminé a una velocidad apresurada entre tanto lodo en estado cada vez más inconveniente ¿era posible que una o dos cervezas pudieran tener este efecto en mí? Era raro. Subí al camión sucio hasta la médula y me senté en un lugar en el que sabía que si tenía que vomitar sería en un lugar seguro sin que la gente tuviera que caminar encima, pues la verdad siempre procuro ser lo más decente y respetuoso con la gente a mi alrededor posible aunque esté en dichas condiciones.

El camión avanzó y me perdí en un sueño profundo, pero no duró mucho puesto que en la carretera, debido a la vaivenes sentí un mareo impresionante que me hizo vomitar 2 veces, ya estaba muy sucio y devastado. Un absoluto estado de vulnerabilidad.

Volví a dormir y me despertaron de nuevo, era el chofer, me dijo que ya habíamos llegado y le pregunté en dónde estábamos porque literalmente me encontraba totalmente desorientado. Me dijo que era el autocinema coyote de barranca, pero no entendí, el ejercicio de pensar era muy complicado, busqué la forma de disculparme por mi acción al vomitar e intenté darle lo poco de dinero que traía, no me los recibió y aceptó mis disculpas. Salí del camión en un completo estado de desorientación. Jamás me había sentido tan desorientado, no sabía absolutamente nada de mi ubicación, ni siquiera sabía dónde se encontraba el norte. De haberlo sabido yo habría caminado al poniente, pero no, después de caer en la desesperación por averiguar que me habían drogado, de tener mi dedo sumamente lesionado y por mi incapacidad de no saber dónde estaba, destruí mi celular en un acto de total locura y crisis. Yo sé que fue un error, quienes me conocen saben de mi temperamento que he tratado de manejar y esa práctica ya la he realizado con anterioridad, pero en un estado más sano sin duda yo no lo habría hecho pues mi seguridad estaba en juego, pero estaba en una condición totalmente inestable, esa cosa sacó lo peor de mí. Me habían drogado.

En ese momento la calle la recuerdo larga, bonita, como las de Ciudad Satélite y creo que había gente a mi alrededor que vieron cuando cometí esa acción con mi celular, pues sentía la mirada de algunas personas como si yo fuera una persona maldita, sentía unas extrañas miradas.

Una vez cometido el acto, empecé a caminar en total estado de perdición. Decidí caminar sobre una calle, no tenía conocimiento adónde me llevaría esa calle, sin embargo, seguí caminando, inmediatamente supe que no era el camino correcto, la calle no la concía, era muy estrecha y no había banqueta, por un momento se me hizo familiar a algunas de las calles del pueblo de Santa Fe o de Santa Úrsula Coapa, pero era obvio que no era ahí. Después de caminar de entre calles estrechas, salí hasta una avenida, encontré un teléfono público e intenté marcar a mi departamento para poder pedir a mi hermano que viniera por mí, pero la lógica me impedía marcar, algo sumamente extraño sucedió, parecía que el teléfono no quería que me comunicara, me fue imposible.

¿Llamar a mi padre? Jamás. Prefiero soportar mi propio infierno a tener que soportar sus insultos, su hartazgo, su odio y su forma de hacerme sentir miserable. Colgué el teléfono.

En la avenida había un hospital y encontré un señor al cual le dije que me indicara dónde estábamos, me dijo "Avenida Universidad, casi esquina Río Churubusco". Amigo, te juro mil veces he pasado por ahí, pero no sabía qué había ahí, no sabía nada, yo insistía que estábamos en el hospital 20 de noviembre, pero no. Me volvía a decir "Cerca de Viveros", pero no reaccionaba, no sabía qué pasaba. Le pedí ayuda. Me dijo que él trabajaba en el periódico Reforma, sobre Avenida Universidad cerca de Zapata, y que iría para allá, así que acepté en subirme a su Tsuru azul.

Eso me iba a ayudar a saber orientarme, pues una vez llegando ahí ya sabría que debería caminar rumbo al poniente para salir hasta Mixcoac y de ahí caminar hasta casa.

Durante el traslado iba lamentándome con el señor por mi comportamiento, y es que es la verdad, yo no suelo hacer ese tipo de cosas, esa situación en la que me encontraba había sido de manera totalmente involuntaria, yo buscaba pasarla potablemente.

Me dejó sobre esa avenida y busqué, nuevamente, la forma de recompensarlo por su ayuda con un poco del dinero que tenía. No me lo aceptó y comencé a desorientarme de nuevo ¿era en serio? ¿nuevamente no sabía dónde estaba el norte? Pero te lo juro, estar en esas condiciones es como ser una hormiga, caminas 10 pasos y estás reconsiderando si es el camino indicado.

Por alguna fortuita razón caminé con rumbo al norte y  el sonido de los autos me molestaba y perturbaba al grado de detenerme y analizar lo que realmente estaba escuchando, todo era más agudo.

Seguí caminando hasta que me di cuenta que de seguir así llegaría ahora sí a lugares peligrosos, así que me metí en Miguel Laurent y empecé a entender que así saldría cerca de casa.

Caminé con mi mano hinchada y con un dolor impresionante, sucio, cansado. Por algún momento pensaba en rendirme para dormir y escapar de esta pesadilla, ¿pero si me pasa algo? pensaba, así que seguía caminando buscando refugio. En el camino vi gente a quien casi entablaba conversación, pero ya sabía bien cómo llegar, eso no debía causarme mayor conflicto.

Después de una eternidad logré salir hasta Parque Hundido. Allí unas personas sexoservidoras buscaron acercarse a mí, yo solo me limité a saludar, por un momento iba a entrar propiamente al parque para huir, pero si esas personas tenían otras intenciones, ahí no era un lugar seguro, por lo que me reincorporé a la banqueta y vi cómo regresaban a su posición original. Tenían cuerpos de hombre.

Más orientado, pude seguir caminando y obviamente el servicio de bicicletas públicas estaba cerrado, así que esa idea no iba a progresar.

No tengo recuerdos de mi andar sino hasta unas cuadras antes de llegar a casa, donde de la nada llegó una patrulla con 3 policías quienes me revisaron absolutamente todo y también me cuestionaron de todo. Mi aspecto (cabe recordar que estaba completamente sucio), si tenía ID, si tenía alguna droga o arma, el estado de mi celular (tenía los restos de él). Revisaron la mochila y todo estaba en orden.

Después de muchos cuestionamientos y mucha plática, me soltaron, me dejaron ir porque les comenté que vivía a unas cuadras y que iba llegando de un concierto muy lejos el cual estaba muy lodoso el lugar.

A una cuadra de casa vi que la sala estaba encendida, así que para avisar que había llegado toqué el timbre, entré a la casa corriendo y cuando vi a mi hermano no pude hacer otra cosa más que derrumbarme, me desmoroné desintegrándome en cada  una  de las  partes que me componían. Había vivido una experiencia sumamente compleja.

Estaba devastado, fue muy difícil llegar a casa en esas condiciones, pude haber sido asaltado, golpeado, violado, no lo sé. Realmente el problema no fue la caminada ni lo que me encontré, fue la desesperación de no saber dónde estaba, de sentirme como atrapado dentro de una botella e intentar desplazarme a tal lugar. Fue una batalla de muchos yo al mismo tiempo, utilicé todos los recursos mentales que tenía a mi alcance para vencer a ese yo drogado, confundido, inestable, agotado y agitado, lleno de oscuridad. Al final lo hice esforzándome al máximo, concentrando todo mi esfuerzo para luchar y entender dónde estaba, y en el fondo estaba orgulloso de haberlo vencido.

Al día siguiente, el recuento de los daños se reducía al dolor de cabeza de mi vida, una esguince en mi mano derecha, ropa absolutamente sucia, un celular en pérdida total y una gran historia que contar.

Sin duda fue el concierto más difícil al que he ido.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario