Había un lazo, fragmentado, dañado, adolorido, que me impedía agarrarme con seguridad, pero que no quería perderlo por lo valioso que era para mí.
El lazo más sólido que jamás había tenido.
Había un lazo, era frágil, como la caricia a un doliente. Una cura para el alma.
Hoy, ese lazo se ha roto, y se rompió en beneficio de todos. Al final, esa era la única forma en la que debía romperse, dejando sentimientos mutuos de desconfianza, decepción y dolor. Pero en el fondo, hay gratitud, porque gracias a eso, el camino a un futuro libre de ese lazo existe.
Hoy, se resolvió lo que se persiguió durante años, pero también se liberó del mal que significa tanto reclamo. Hoy ambas partes han quedado finiquitadas, solventadas, solucionadas y brinda paz mutua.
Deja sabor mutuo de amargura, decepción, tristeza y coraje. Pero no había otra manera. Porque hasta las guerras dejan ese sabor, para terminarlas, el final debe ser un descalabro. Para ganar hay que perder.
Beneficio mutuo para poder reiniciar. Para poder continuar. Para poder avanzar.
Es la respuesta definitiva, la verdad histórica, el desenmascarar las apariencias. Y no solo de una parte, en todo esto, aplica a ambas partes. Hoy se vio nuestra verdadera cara y por eso terminó.
Queda hacer introspección en cada quien, para enmendar y no cometer el error.
De mi parte, es cierto. Soy un malagradecido, una carga, un pesar. La verdad me duele mucho haber pagado con esa moneda. Pero cada quien sabe qué monedas ha dado también.
Pero ya todo quedó desenmascarado. Ese soy yo. Queda respirar.
Duele mucho el pasado, duele conocer la verdad. Pero era necesario para cortar el lazo más largo, grande y duradero hasta ahora. El lazo que pintaba para mucho.
De verdad me apena mucho lo que pasó, quizá cayó en la peor coyuntura posible, y eso me pesa un buen, pero de que debía suceder esto y de esta manera, tenía que suceder.
Un respeto y admiración.
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