miércoles, 21 de octubre de 2020

Breve historia de la fragilidad

Tengo tiempo, mis cuadernos están tachados de los pendientes que dije haber atendido, mi escritorio arde de asuntos de trabajo, proyectos en curso ponen sus ojos entre la puerta esperando ser atendidos viéndome escribir un poco mientras todo vuelve a su acelerado ritmo. Y es que hoy es momento de hablar importante.

2007 marcaba el inicio de lo nuevo, empezar a pensar como una persona independiente y buscar hacerme valer por mis propios medios, y no lo digo en sentido figurado, literalmente empezó una época marcada por mi propio ritmo, solamente dependía económicamente, sin embargo, todo lo demás estaba en mi propio seguimiento. Me senté en una silla, recuerdo que tenía una playera verde, más bien era tipo polo, me senté en una silla fría con un panel blanco atrás. Flash. Me batió de golpe y eso se ve claramente reflejado. Esperé unos minutos y ya tenía el plástico en mis manos.

2010 Comenzaba una nueva aventura, esta vez en un nuevo viejo conocido sitio, no creía lo que sucedía y la historia volvió a repetirse, me senté en una silla fría con un panel blanco detrás, prometí que el flash no dejara al desnudo mis debilidades, ya era mayor de edad y sabía que debía dar el salto, ser un adulto, un hombre, ya nada era como hace 3 años, conocí e hice muchas cosas que me definieron, definitivamente no volvería a sufrir el daño del flash. Flash. Lo volvió a hacer. No recuerdo cuánto tiempo pasó, pero el plástico lo volví a tener. Paradójicamente, perdí varias ese plástico y tuve que solicitar más de 2 reposiciones.

2015. Era el inicio de año. La aventura... la aventura ya había terminado, y qué mejor manera que terminarla que con una ceremonia, y no solamente una ceremonia, parecía que la ceremonia estaba dedicada a mí, tanto era mi ego que eso parecía a mis ojos. Pero ¿por qué? Pues porque tras haber terminado la aventura universitaria, casi inmediatamente me había colocado en un lugar que amaba, ejerciendo plenamente mis respectivas labores. Me había convertido en el mono colgado en el árbol de la abundancia que antes había criticado en este mismo blog. Me había convertido en mi propio enemigo sin saberlo, cegado de egoísmo. Fui a esa ceremonia de manera triunfante. Cada foto de ese día lo reflejó, las fotos familiares, con amigos y demás, pero una foto debía ser consagrada para la posteridad, la foto del plástico de salida. Esa era mi oportunidad para plasmar mi poderío. Para mi suerte en la ceremonia ofrecían esa fotografía y no dude ni un segundo en inmortalizar mi mayor fragilidad intentando ocultarla con mi mejor cara. La historia se repitió hasta el momento en el que yo lo decidí, no debía vencerme ese flash, este traje y corbata son mi escudo ¿los ves? adelante, hazlo. Flash. Esperé unos minutos y ya tenía en mis manos mi mayor foto, batí al enemigo (¿era yo mismo?).

Después de ese año las cosas cambiaron más que en todo lo anterior ¿por qué? Sería muy repetitivo hablarlo de nuevo, pero en resumen, en 2015 me mudé, en 2016 me sacaron del árbol, caí en la peor depresión de mi vida y viví el periodo más tormentoso al lado de personas específicas, 2017 fue la clave: regresar a lo fundamental, lo cual implicó ciertas medidas. Tomé un rumbo muy diverso en 2018, y 2019 buscó establecer una continuidad.

2020. ¿era real lo que estaba viviendo? Me sentía como un infiltrado ¿sabes? no sabía si realmente estaba siendo parte de este proceso. Después de haber pasado varios filtros (y tener una negociación al grado de sentirme como en las películas cuando revisan los documentos de un pasajero en el avión y hay un suspenso) pasé a la sala. Temblaba, TEMBLABA de los nervios que implicaba sentarme en la silla de nuevo, es que han pasado muchos años desde algo así, ¿cómo era posible? De cualquier forma, me senté, me dejé de llevar y todo el proceso anteriormente mencionado buscó hacer efecto, he reinventado mis propios orígenes. Creo estar listo, respira... Flash. ¿el resultado? Tranquilidad. ¿lo había conseguido? ¿había logrado dejar atrás todo lo malo? no lo sé, debí esperar meses para ponerlo sobre la mesa. Pasaron meses, hasta octubre 19, el plástico era mío.

Hoy, veo que la fragilidad no se ha ido, en años como estos es donde más se hace presente, sin embargo, han cambiado las formas de lidiar con ello. El miedo y la fragilidad, por más que las esconda, son parte de mí. Quizá siempre lo han sido y he buscado la forma de ocultarlas para alejarme de lo que verdaderamente soy. Eso es imposible. Lo que sí es posible es aprender a convivir con ello, y creo que apenas estoy empezando a sobrellevarlo, nada está seguro en esta vida. Ahora que he vivido cosas muy específicas, sé lo que no quiero volver a vivir, y para ello, necesito tener clara mi mayor debilidad; lo que me constituye. El miedo.

El camino de las credenciales del infinito

Ya que no se ve en la credencial, pude recuperar la foto en una página de la UNAM


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