sábado, 23 de septiembre de 2017

Septiembre

Nunca creí que iba a vivir una catástrofe como la que mis padres vivieron el mismo día que yo lo viví, pero de 1985. Por suerte me tomó el sismo en una zona relativamente segura en un edificio bien construido.
Cuando tuve que caminar más de 10 km para llegar a casa me venían a la mente ciertos pensamientos ¿la gente estará apoyándose unos a otros como hace exactamente 32 años o debemos tener más miedo a nosotros mismos que actuaremos encima de los demás para sobrevivir? Por fortuna sucedió lo primero, el apoyo está presente.
Las tragedias nunca se acaban y ciertamente muchas veces vivía con miedo de lo que pueda suceder con la naturaleza, esperemos que nada malo nos suceda. Los pensamientos que me invadían sobre las vivencias de quienes no corrieron con buena suerte no me dejaban dormir y lo mínimo que podía hacer era compartir información útil, salir a las calles a ofrecer mi apoyo, entregar herramientas, medicinas y demás proviciones de rescate y alimentación así como apoyo de traslado de utilidades en zonas de desastre y ser un enlace de comunicación entre esas zonas y aquellas que tenían proviciones suficientes y también como voluntario en cargar cajas para llenar camiones que se dirigen a los pueblos que lo requieren. Cada quien apoya como puede.
En estos momentos pasa una ambulancia y así han sido los últimos días, hoy por la mañana volvió a activarse la alarma despertando los miedos de los ciudadanos que temen otra catástrofe.
Duele la negligencia, las pérdidas, la centralización en ciertas zonas, el olvido a otras, la impotencia de no poder ir a ayudar en ciertos lugares, los obstáculos, duelen los números en incremento que podía visualizar con mis propios ojos, pero alivia ser parte de una sociedad que, a pesar de eso, hace su mejor esfuerzo para ayudar a quien más lo necesita.
Debemos estar conscientes que todo puede suceder, la vida es un regalo que se debe entregar al final, y mientras tanto debemos vivirla lo mejor que podamos, y si algún día llega ese momento de decir adiós, solo quiero que sepan que siempre fui feliz a pesar de todo, que aunque muchas veces viví triste y acomplejado, no podía ver la felicidad por la cual me encontraba, por la fortuna de vida que me tocó, por la dicha de infancia que tuve y los momentos maravillosos que viví a cada una de las personas que me rodeó a lo largo de mi vida pues de cada uno tuve lecciones aprendidas.
Quiero que todos estén bien, siempre.

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