martes, 8 de enero de 2019

De reyes y gerontocracia

Cada año es igual.

Año con año la gente mayor a los 20 años se queja de las nuevas generaciones, que son más ineptas, más incompetentes, no piden balones de futbol por pedir dispositivos móviles y videojuegos, etcétera.

Y me incluyo.

Por eso es que escribo esto, porque me puse un poco reflexivo sobre eso.

¿Somos nosotros los dueños de la verdad para decidir lo que es mejor para las nuevas generaciones?

¿Somos nosotros quiénes decidimos si hay o no esperanzas en la humanidad por los géneros musicales que escuchan los más jóvenes?

¿Somos nosotros las "viejas generaciones"? ¿Las experimentadas?

Bueno, no, no y no.

Nosotros no somos quién para definir buenos estándares, por criticar cómo visten, hablan y se divierten las nuevas generaciones. Y ojo que lo está diciendo el autor rodeado de amigos de su misma generación (1992 aproximadamente), no estamos hablando de personas nacidas en 1970.

Dejemos que las nuevas generaciones sean como deban ser. Sí, es aceptable mostrar un panorama de lo que pueda ser recomendado al niño en cuanto a actitudes y aptitudes o hábitos, y hasta cierto punto encaminarlos a ello. Pero no forzarlo.

Yo veo foto de cuando tenía entre 15 a 18 años y debo admitir que no sabía porqué me vestía así, era una persona muy diferente a la que soy ahora. Pero esa era mi etapa, mi momento, mi forma de ser, de pensar y actuar y gracias a esa forma de ser, de pensar y actuar es por la que soy como soy ahora. No puedo entenderme ahora sin ver lo que fui en el pasado, de no haber vivido eso, sin duda no sería nada a lo que ahora soy, porque (haya sido mucho o poco) tuve libre criterio y así pude moldear mi propia personalidad.

Nadie me decía nada, sobre qué hacer o no. Y si lo hacían, claro que me afectaba y pasé por tristeza y soledad por sentirme señalado, burlado y hasta ofendido, pero así quería ser yo. Y no me arrepiento de nada.

Los niños de ahora ya no son como antes, ya no piden los mismos juguetes que en nuestra generación. Pero eso no significa que sea malo, es diferente, los jóvenes de ahora que critican eso, son los futuros gerontócratas sentados en una silla del parque con su ropa de viejos, ofendiendo a cuánto joven ver pasar por el simple hecho de que no son como ellos cuando eran jóvenes. Ridículos.

Sí, es criticable la dependencia a la tecnología que tienen los más chicos a comparación de las generaciones de los 90, por poner un ejemplo de muchas cosas que pueden ser criticables (desde nuestro punto de vista), pero ¿No crees que a tus papás les parecía muy pendejo que vieras Bob esponja o Power Rangers cuando ellos vieron caricaturas de antaño? Ellos al final de cuentas te dejaron ser. Deja de estar mamando que los niños de ahora son una decepción, solamente no son como tú.

Si no te gusta la música que oyen, por decir un ejemplo, bueno, no te veo escuchar a los Panchos de tu abuelo 24/7.

Si no te gusta que ya no salgan a jugar por estar en el videojuego, ciertamente tiene un grado considerable en que pueda ser criticable, pero no de desprecio a la generación en sí.

Un día una amiga que tiene una niña de unos 13 años decía que sería totalmente inaceptable y denigrante que su hija bailara reggaeton en un club de baile, esto lo dijo tras ver que un grupo de jóvenes de la edad de su hija bailaban coreografías en un club de baile esas cosas. Realmente hablaba en serio, sería motivo de total desprecio a su hija. Naturalmente lo decía porque daba por hecho que el estudiar música (que era lo que hacíamos) era sumamente superior a hacer ese tipo de actividades "que solamente provocan que las mujeres jóvenes salgan embarazadas".

Honestamente a mí me desagrada muchísimo esa música, y de hecho mucha de la música que suena hoy y que está muy de moda, pero de ninguna forma sería motivo de discriminación para un hijo mío, incluso para un niño o niña cualquiera. Es su maldito momento, me da gusto ver que esos niños tienen actividades físicas, que conviven, que son un grupo, que trabajan organizadamente, que disfrutan de su juventud y de sus gustos, que no se sienten juzgados.

¿Quienes somos nosotros para decirles que eso no es bueno? Sí, no me gusta y quizá me gustaría que no lo hiciera, pero si para ella significa algo saludable e importante, ¿quién soy yo para juzgarla?

No todos debemos dedicarnos a las mismas cosas, o a las cosas catalogadas como buenas.

Cuando veas que la vida no se trata de una guerra (muy pendeja) de generaciones, sabrás que es de dejar que las generaciones sean como deban ser. Están viviendo su propio momento.

En su momento, tú en tu juventud fuiste una persona despreciable para alguien, es más, quizá aún lo seas, pero eso no significa que debas replicar los comportamientos estúpidos de las generaciones mayores. Te estás convirtiendo en lo que llegaste a odiar, se suponía que tu generación sería totalmente diferente.

El primer post del 2019, con la primera foto del 2019 del primer amanecer del 2019. Feliz año para ustedes.

viernes, 4 de enero de 2019

La final

Fue un partido muy parejo, cerrado. Pero terminó antes de que el equipo visitante se diera cuenta de ello, cuando menos lo imaginó, ya se había cubierto el tiempo reglamentario, pensaron que tenían mucho más tiempo, pero no, se fue como agua entre los dedos.

Sí, lograr una remontada de un 3-0 en el partido de vuelta en una final de un torneo de este tamaño, contra el vigente campeón, yendo como visitante y con jugadores lesionados iba a significar una hazaña, no se pudo.

El equipo visitante desde el primer momento se veía bien parado, decidido, convencido de que podía ganar, de que podía llevarse la victoria. Pitadazo inicial y el equipo se ponía en posición de ataque, tocaba el balón como los grandes, estaba concentrado en su propio juego, no en el del rival. Sí, a veces dejaba que el rival la tuviera, pero nuestro equipo era paciente, sereno y con mucha dedicación hacía su mejor esfuerzo.

En todo el partido de vuelta solamente el visitante pudo anotar dos goles, ambos en el segundo tiempo. La victoria parecía comenzar a inclinarse hacia el lado de nuestro equipo. El partido se ponía intenso.

Posteriormente pudo tener 3 oportunidades de gol, la más clara, obviamente, fue cuando se metió al área rival y tiró, mismo que fue desviado por el defensa central del equipo rival. Ni siquiera la pudo detener el portero. Esa fue la jugada clave para que el equipo visitante perdiera la concentración y por lo tanto, el partido. Pues después de esa jugada, el equipo entró en una especie de desconcierto dado que el equipo rival no reaccionó de acuerdo a lo esperado, el rival se mantuvo calmo y frío. Situación que preocupó al cuadro visitante. A tal grado de que, debido a esa desconcentración, el rival entró repetidas veces al área del visitante, en varias ocasiones entraron con la intención de obtener un penal.

El marcador ya iba 3-2 favor el local, y el equipo visitante ya pensaba en la remontada, en la victoria, en la sana consagración con juego limpio. Buscaban el empate, porque así, psicológicamente ellos estarían encima del rival y si se iban a penales, ganarían por la motivación.

Sin embargo, el árbitro vio una falta muy dudosa dentro del área de nuestro equipo y marcó un penal a favor del rival. El equipo visitante no lo podía creer, era inverosímil, así que pidió una revisión en el VAR, misma que fue concedida y fue revisada. Una falta muy cerrada, de esas que son debatibles ¿era o no? Para no desconfiar, el árbitro pitó penal y pidió que todos se pusieran en sus posiciones.

El tirador besó y colocó el balón en el manchón penal, miró al arco y corrió para tirar.

Mientras corría, un silencio cobijó a un estadio desbordado por su equipo, un silencio que incomodó al visitante. Fue el último clavo en el ataúd. Gol.

Remontar ese 4-2 sería imposible, no solamente por el marcador por sí sólo, sino porque, antes de que el equipo visitante se diera cuenta, al partido le faltaban 2 minutos para completar su cometido.

El árbitro decidió terminar el encuentro, fue él quien decidió no agregar más minutos, 90 minutos y ya, se acabó. No quiso agregar ni siquiera el tiempo perdido en otras jugadas. Quizá podían haberse agregado los suficientes al menos para despedirse bien.

El partido terminó como todos sabían que terminaría en cuanto al resultado, pero no en las formas de lograrlo, nadie esperaba el coraje y la entrega del equipo en la cancha, de nuestro equipo. Sí, salen profundamente dolidos, derrotados, grises, pero agradecidos. Los jugadores se acercan a la pequeña afición visitante que vino a alentar desde muy lejos, aplauden con ellos porque es mejor morir de pie que de rodillas, en ningún momento se dejaron caer, buscaron satisfacer a esa afición que todo mundo tachaba de suicida, ¿Apoyar a un equipo que es bien sabido que va a perder? ¡Mira esa desventaja! Es un suicidio. Por eso están agradecidos los jugadores, con todos, si bien ellos intentaron conducirse con mucho respeto ante esta muy triste y amarga tragedia, se presenciaron actos de desprecio muy groseros se hacían hacia el visitante. Actos por los cuales nuestro equipo no debía caer en esas provocaciones. Este equipo le tiene respeto a su rival. Ellos sólo quisieron guardar su debida distancia, eso provocó malentendidos.

Esa afición creyó en la gran recompensa, y la obtuvo, y es la incondicionalidad.

El equipo visitante se retira como segundo lugar en un torneo sin precedentes, nadie creyó que llegaría hasta donde lo hicieron. Esta generación acaba de hacer historia en el club, son unos ídolos y se han consagrado como leyendas, leyendas vivientes. No buscan culpables ni reclamos, se van con la frente en alto.

La cancha se llena de flores, en tiempos de duelo son de luto, en tiempos de gozo son de festejo.