jueves, 30 de abril de 2015

Guía del metronauta interestacional

¡Vaya que a ti sí te gustan las latas!

    Dimos un risa insostenible.

   Estábamos en una exposición de arte moderno (¿?), tú sabes, de esas donde las paredes son de color blanco y las personas suelen tocarse el mentón tratando de entender la complejidad del concepto mientras se visualizan desde afuera tocándose dicho mentón con la siempre bien vista imagen de una persona vestida con una playera con cuello de tortuga color oscura.
   Nosotros. Camisas cuadradas y vestimenta casual, al menos él siempre vestía así y yo no reparaba en ver cómo estaba vestido, pero como siempre, estábamos con nuestras mochilas, sudando y con aparentes días de ausencia en bañarnos.
   Andy Warhol era el tema central, el concepto, el objeto a admirar inconsciente e incomprensiblemente. Sus más destacadas obras resaltaban desde lo muros blancos haciendo una especie de trampa óptica para forzar la vista hacia los cuadros y evitar distracciones (no perder de vista la totalidad del asunto). Maldito tramposo, sus obras reconocidas estaban a la vista, Monroe, los labios pop art, el plátano de The Velvet Underground... sí. Y frente a nosotros, la lata de sopa Campbell.
   En el fallido intento de comprender la complejidad de su arte estuvimos demasiado tiempo esperando esa reacción de la que me han hablado los grandes admiradores del buen arte (ya sea pintura, diseño, arquitectura y música), es esa reacción que sólo los verdaderos conocedores pueden sentir, esa sensación de cuando se eriza la piel, cuando se mueve algo llamado corazón y puedes llevar más allá del concepto el arte en cuestión interpretando una hiper inspiración de una obra a-temporal. Esa sensación de la cual me habló aquel tipo en el transporte público cuando de su música favorita hablaba, cuando me recordó que en todo arte se puede ser crítico y se puede llegar a un estado donde se puede diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo gracioso y lo no gracioso, el sarcasmo y la verdad, lo comercial y lo no comercial, un estado debidamente adaptable a cada disciplina, a cada arte, a cada ciencia, a cada vida.
   Nunca llegó.
   La sensación, la interpretación de la hiper inspiración dejó su recado en el buzón. Ante la ausencia de dicho estadío, él sólo volteó.
   - Vaya que a ti sí te gustan las latas
   Y no pudimos parar de reir. Nos fuimos.


   Paramos en una estación del metro, estábamos cerca del metro Jamaica. Solíamos ir allí porque podíamos conseguir buen material para pasarla bien, éramos amigos. Éramos. "El Roca" le decíamos, nunca entendí por qué, sólo recuerdo que él podía evitar sacar bocanadas de humo al consumir hierba, absorvía el humo, lo hacía parte él.
   Mientras estábamos esperando el siguiente tren podíamos ver gente de todas las edades, algo típico en una ciudad tan diversa como ésta, por alguna razón me sentí en Copilco y no en Jamaica. Una rata salió de entre los rieles, nos hizo un guiño.
   - Me pasó algo anoche que debo contarte -Dijo.
   - ¿Ah sí? ¿De qué se trata? -Dije
   - Te lo voy a contar, pero debes prestar mucha atención. Ayer tenía en mi mano izquierda lo que parecía un grano, de esos granos que son fáciles de exprimirlos y librarte de cierto disgusto estético que pueda provocarte con tan sólo mirarlo ¿Has tenido alguno de esos granitos? Estoy seguro de que sí, no quiero que me juzgues por lo que te cuento, pero a fin de cuentas tú y yo sabemos que lejos de clases sociales, quedamos en el mismo nivel cuando hablamos de digestión (por ejemplo), cuando... bueno, tú sabes... sí, terminas. Es curioso, estoy seguro que más de uno parece verse al espejo cuando al haber terminado mira hacia abajo en el water y ve eso tan sólido y fétido a la vez.
Tengo una especie de escalofrío que me recorre la espalda hasta llegar a la nuca, esa maldita misma sensación que tuve en primaria cuando vi una piedra que estaba dividida en 2, pero no era una piedra común, tenía hoyos; estos hoyos me hicieron creer que la piedra era genuinamente un meteorito. Quedé impactado porque ambas piezas de la piedra encajaban asquerosamente bien, provocándome el escalofrío que hasta ahora me persigue al contarte lo que me pasó ayer.
Volviendo a lo sucedido, dicho mal en mi mano se encontraba en la palma, ahora ya no está, pero estaba justamente debajo del índice, este índice del que me encanta hacer uso para señalar las personas y decirles "Ese hijo de perra" y del que me enoja demasiado que la gente me diga que no haga uso de él para señalar, como si lo limitaran.
Tomé una decisión: Extraer ese mal de mi mano.
Conoces la metodología para ello y es sencilla, sólo debes hacer que tu índice y tu pulgar se encuentren para ser utilizadas como pinzas y hacer el resto. Estaba en el baño, desnudo, con mi mal en la mano izquierda, este mal se veía rojizo como la luna en eclipse de octubre de 2014. Lo tomé, lo extraje. Por mi experiencia sabía que en medida, a lo mucho que podía aspirar a ser sería 1 cm. Pasó.
Aumentó a 2.
Aumentó a 3.
Aumentó de tal manera que la cosa rojiza que salía de mi mano, que empezó como un tubo, terminó como por desenrollarse y convertirse en grandes cantidades de sangre podrida seca. Entonces, de ningún lugar escuché una voz.
- "Era sangre acumulada desde (irreconocible)"
No escurría ninguna gota, el lavabo parecía lleno de grandes trozos de papel maché dispersos por todo ese lugar, pero con un grosor impresionante, de hecho podría haber jurado que lo que vi en el lavabo era en cantidades mayores a las que vi salir de mi mano, pero continuó saliendo. Salió tanto que quedó un hoyo tan profundo. "Puedo ver claramente el hueso de mi dedo" dije.
Y en efecto, mis ojos se convirtieron en una linterna y pude apreciar la obra dejada por el mal rojizo, le pedí a la voz despersonificada que se acercara para que pudiera ver y concluimos que si bien este grano inició desde el hueso, de no haber ocurrido así, este hoyo habría atravesado toda mi mano. Toda.
Después empecé a mover el dedo para ver cómo era funcionaba mi cuerpo, y vi claramente cómo ciertos nervios hacían que el dedo se contrajera. Me perdí en la imagen del dedo, me perdí tanto que me sumergí en ella y de pronto me encontré en las encías de mi muela. ¿Qué te parece?
   - En mi experiencia, -dije- me he dado cuenta de que esa voz despersonificada se encuentra en casi todos lados, en los sueños, en tu pensamiento; quizá deberías dejar de consumir drogas y ver sangre correr todos los días. Un día deduje que esa voz despersonificada podría ser el creador, aquella cosa a la que se le puede rendir culto. Quizá deberías decir algo como:

"La verdad es que no sé quién eres, no sé si soy parte de ti o al revés, lo único que quiero que sepas es que no estoy conforme con nada, lo único que podría satisfacerme es que me llevaras contigo, ya me cansé de los mismos templos, de los mismos ritos, de las mismas conductas, aquellas que se no pueden reestructurar y que si uno está dispuesto a hacerlo está sujeto a sus propias contradicciones. Si no es negro es blanco y siendo blanco se corre el riesgo de quedarse manchado de negro. A tantas personas les has dado vida y a otras tantas se las has quitado, éstas, a quienes se las has quitado, seguramente han sido objeto de algún acto tuyo, hoy quiero ser objeto de ello."

   Una vez terminando de decir esto, él se empezó a sentir mal, se empezó a sentir como aquellas personas molestas que platican en el transporte público en voz alta. Nefasto e incómodo.
   Se le veía en la cara:
   No quería saber nada de pedagogía.
   No quería saber nada de humanidades.
   No quería saber nada de nada.
   No quería saber nada.
   Entonces tomó el mismo libro que siempre leía y siguió perturbándose... alimentando ese odio social.
   Y así fue.
   Me caía bien a pesar de que teníamos muchas diferencias, se comportaba como un cretino y como un malviviente, pero me caía bien. Inclusive él mismo sabía que a pesar de comportarse como tal, en el fondo era una buena persona.
   El metro seguía sin llegar y la gente comenzaba a aglutinarse, nosotros nos encontrábamos en el borde, casi a punto de caernos a las vías, a regresarle el guiño a la rata. Yo llevaba mucho tiempo sin trabajo porque del trabajo que había renunciado tenía unas reservas monetarias para poder sobrevivir, además de que mis gastos los reducía para evitarme la pena de tener que conseguir un trabajo, pero no era el mismo caso para mi amigo, él tenía un trabajo que apestaba, pero apestaba en serio, era una especie de castrador de cerdos. Le gustaba su trabajo y lo hacía muy bien, le gustaba tanto su trabajo que pensar en eso hizo que el malestar sobre la conversación hecha a raíz de su noche y la exposición de Andy Warhol desapareciera. Bien por él. Inclusive una vez me invitó a ver cómo castraban un pobre cerdo, es un proceso muy rápido y con procedimientos muy extraños. Terminas preguntándote "¿De verdad ese paso es necesario para castrar un cerdo?" Y sí.
   Curiosamente él tenía que trabajar de noche y el metro no llegaba. Cuando llegó entramos al vagón, apestaba a cerdo, a sangre podrida y a diseños de Andy Warhol. No nos importó, a fin de cuentas ya estábamos a punto de acostumbrarnos a eso. Al llegar a la estación Morelos, la puertas del vagón se abrieron, él salió sin despedirse, no solía hacerlo, mucho menos estaba acostumbrado a saludar, eso lo hacía muy bueno. Se fue caminando con su perturbación y cuando sonó el timbre que anunciaba el cierre de puertas, todas las puertas se cerraron excepto las que estaban frente a mí, las dos puertas quedaron a 30 centímetros de distancia entre sí haciendo que la cara de un político que estaba pegado en un cartel de publicidad quedara exactamente enmarcada por las puertas, así pasaron 7 segundos, la ironía se reía de mí y el político desapareció tras cerrar las puertas. Yo debía regresar a casa y mi amigo ese mismo día tuvo que presentarse a su trabajo, no se supo más de él.
   Quizá debería aprenderle algo.